El Visitador de Martha Patricia Meza

17.08.2025

Alberto Hernández

Ilustración de Juan Francisco Carrillo (portada de El Visitador).
Ilustración de Juan Francisco Carrillo (portada de El Visitador).


1.-

Pedro Santa y Adriana López Tomé protagonizan una novela en la que los demás personajes encajan como principales también. Ese alrededor dramático donde se mueven todos los sentimientos, donde la violencia, el odio, el amor, el sexo pagado, la corrupción política, entre otros males, dibujan una Colombia que en estos momentos pasa por una crisis que podría ser un reflejo en esta historia que nos cuenta la escritora neogranadina.

Editada por El Taller Blanco en la colección Comarca Mínima, este año 2025, se trata de una de las piezas más extensas de esta bien celebrada empresa de unos venezolanos radicados en el vecino país.

El visitador Pedro Santa, quien es carnicero de profesión, es ahora un ´prostituto´, extraño personaje dotado de una capacidad sexual extraordinaria, razón por la cual es contratado por las cautivas de una prisión en la que abundan todos los discursos delictivos. Santa forma parte, como ´empresario´ del sexo para complacer los deseos de unas mujeres que previamente lo llaman para que haga el sexo con ellas, pero no es gratis. El personaje es un consuetudinario de esos albergues donde la vulgaridad, el desenfreno, pero también la inocencia, se agitan sin descanso.

Casi doscientas páginas conducen al lector por una serie de paisajes: las cárceles, la calle, el miedo, el terrorismo, el campo ganadero y el tráfico de drogas. Una suerte de épica en la que el personaje desarrolla sus habilidades como negociador, como estratega corporal con sus contratantes femeninas, pero también como comerciante en otros ambientes también peligrosos.

Adriana López Tomé es una de sus clientes. Ella lo contrata la primera vez y lo transforma en una máquina de follar, de visitar los cuerpos femeninos castigados por el hacinamiento, la suciedad, la corrupción de los carceleros, quienes permiten las visitas en los cuchitriles donde Santa provoca ardorosos orgasmos, por lo que las mujeres desean seguir siendo atendidas por él.

La autora Martha Patricia Meza. Foto de Willman Alberto Vásquez
La autora Martha Patricia Meza. Foto de Willman Alberto Vásquez


2.-

Pero la novela no se queda detenida en la prisión femenina. Sale a la calle, participa en manifestaciones a favor de las mujeres encerradas. Hasta que aparece otro negocio, parecido al primero pero con otros aditamentos que lo llevan a ser blanco de los traficantes.

Aquí esta Colombia, pero podría ser cualquier país de América Latina donde las democracias nos han terminado de borrar de su mapa este relato donde la violencia en todos los ámbitos impera.

Santa y Adriana, la Tuti, la Manca, Sor Yeyé, una monja presa supuestamente por haber asesinado a una de sus hermanas de congregación representan, entre otros personajes de la cárcel, el cuadro de la pragmática de nuestras sociedades corrompidas, trastornadas por el poder, la ambición y la búsqueda fácil de la riqueza a través de turbios negocios. En esta obra de Patricia Meza está resumida toda esta patología social que ha invadido a nuestras comunidades nacionales.

Escrita sin tapujo alguno, Meza logra impactar al lector y mantener en vigilia sobre las páginas de su trabajo. Sin adornos, sin ninguna petulancia verbal, la autora ha creado una obra en la que nuestras preocupaciones continentales se agudizan, todas vez que al leerla nos sentimos víctimas de las atrocidades que ocurren en ese universo narrativo.

Hay imágenes desconcertantes, como la mostrada en el momento en que la Manca viola al visitador con el muñón de una de sus manos. Amputada en una pelea familiar, terminó en la cárcel y se convirtió en un peligro para comunidad carcelaria, hasta que en una manifestación muere acribillada. Pedro Santa, a pesar de todo la atiende al llevarla al hospital

Será el lector quien continué con este viaje por muchos lugares del mapa colombiano donde se mueven los intereses oscuros que, como dije arriba, se asoman como personajes protagónicos, porque mueven el engranaje de muchas anécdotas de esta interesante novela de Martha Patricia Meza.

En el prólogo del tomo número 2 de ´Obra en Marcha, La nueva literatura colombiana, publicado por el Instituto Colombiano de Cultura en 1976, en pleno apogeo de la interminable violencia del país vecino, el escritor J. G. Cobo Borda señala:

«La ininterrumpida serie de frustraciones o incumplimientos de "mucho aprieto y conocida miseria", como decían los indígenas, cuando aprendieron castellano, por allá en 1599, que es nuestra historia literaria, y la otra, bien pueden asumirse ahora, pensando que ella, de algún modo, nos determina».

De esa determinación, la que hallamos en ´El Visitador´, habla el celebrado narrador y ensayista. Esta ficción hecha realidad vislumbra "certidumbres letárgicas", de manera que las vidas que encontramos en esta novela se podrían ajustar a lo que señala el citado prologuista.

De 1976 a esta parte nuestro vecino y hermano país ha vivido una historia que nos refleja, que nos humilla, que nos ha convertido en vocerío global, en aturdimiento.

Los personajes que por aquí ambulan no han muerto. Están vivos. Siguen su curso en las próximas páginas en las que sus existencias se hacen más difíciles, más verbalmente imposibles, porque la muerte, al final, es la suerte que los socorre, seducidos por la aventura, el martirologio o la venganza.