«Después de la fiesta»

29.05.2025

María Antonieta Flores


Cuando leí el poema Afterparty que cierra este libro de Isabel Teresa García, imaginé un lugar amplio con la calidez de la madera y el otoño, una mesa con copas vacías o con restos de un vino tinto profundo y los platos con señales de una comida opípara. Sentí el vacío que dejó el ruido de las conversaciones, de la música y el silencio adentrándose en cada rincón. La desolación después del bullicio. Cierta melancolía por la pérdida de un mundo de celebración e ilusión, un tanto frívolo, un tanto sensible.

La fiesta es la pausa, el desborde, la abundancia. Después hay que restaurar rutina, orden, regresar a lo cerrado.

La vida extrovertida ha dejado sus huellas y sus sensaciones, intensas algunas. Y viene el movimiento de la introversión: se elabora lo vivenciado y si es asunto de la poesía, empieza el trabajo con la palabra y la imagen.

Cuando acaba la fiesta, comienza el poema.

La elaboración del mundo poético que aquí condensa García, no solo revela un trato riguroso: la selección exacta de cada palabra, de cada imagen, la combinatoria de elementos que manifiestan el misterio del poema. No funciona aquí ni una voluntad intelectual ni una surrealista en la combinación de las imágenes, son versos que retornan de otras dimensiones no visibles, no lúdicas. Subyace en la atmósfera lírica rastros bien asimilados del romanticismo alemán e inglés, tal vez una transpiración prerrafaelista en roce con lo nocturno. La seducción poética solo ocurre en el presentimiento que despierta en el lector unos versos como estos:

absorto en tu luz recoges huesos

para el sonajero sonámbulo

de un recuerdo.

A este trato con el poema se suma un intenso diálogo con la naturaleza, cuyas imágenes más preciadas guarda en su muy particular álbum interior (estoy pensando aquí en Emily Dickinson y su herbario) para luego nutrir estos poemas impregnados de una atmósfera nocturna que batalla con la luz del amanecer. Esta tensión que conduce, a veces, a la contradicción, dota a su discurso del enigma de lo inacabado y de un presentimiento oscuro, gótico, que gravita en todo el poemario.

Si yo soy la mujer oscura

¿por qué has atado tus líneas

a mis pasos?

Entre el «animal encerrado» y la «voz clandestina» —un término revelador de la situación de las escritoras por siglos— emerge la mujer sombría. Su ser femenino se expande en su mirada y en los temas íntimos que la ocupan, en su desamparo y en su fortaleza. Atravesada por una herida, una quebradura, la fragilidad define el diálogo con el otro marcado por la imposibilidad de la fusión y la restitución de una completitud que se ha perdido en la caída —y no me refiero a una caída personal sino a la que ha marcado la expulsión del Paraíso—.

Como si este cielo limpio

nos hubiera arrojado.

Esta vivencia ocurre en el paisaje de una ciudad nocturna, en el perfil trazado con amapolas y mirlos: la noche es un estado del alma, mientras se habita una estación perpetua —la melancolía— y se vivencia la insatisfacción que surge de la sensación de lo perdido, de estar exiliada, arrojada del Paraíso.

Soy la sombra

de un sueño tardío.

Y, entonces, ese estar afuera, la extranjería, el final de la fiesta —otra forma de estar al margen—, explica el pleno sentido del título, Exilios. Es un asunto que revela la no pertenencia. Estar y no estar: de nuevo la contradicción y la tensión existencial.

Si bien en esta época, el término se ha desconfigurado e, incluso, banalizado al aceptar una cantidad de significados que las dinámicas migratorias y sociales de este siglo han impuesto, la esencia de ser expulsado del lugar al que se pertenece se insinúa de muchas formas a lo largo de los poemas. Tres ejes sostienen esta visión: el yo como filtro de lo vivido, la presencia de un objeto amado siempre inalcanzable como totalidad y, por lo tanto, siempre en conflicto, y el mundo exterior, sea la ciudad, la habitación o el paisaje natural, teñidos de emociones y sentimientos. Y sobre ellos gravita la fuerza de las corrientes aéreas porque…

Los vientos son maestros del exilio.

Siempre en movimiento, marcan el rumbo a los exiliados de las tierras. Trazan rutas, variaciones, cambios de ánimo, de aromas, de vida.

Libro sobre la pérdida sin buscar recuperar lo perdido. El suspenso de las certezas abre el lugar del enigma. Inasible el sentido total del poema, las emociones se deslizan en lo nocturno en busca de la luz, de la palabra. La aurora, ese caro instante que precede al amanecer y que tan vinculado está al amor cortés y al género de la alborada, cierra el círculo.

la luz se hacía en nuestros ojos

a fuerza de mirar

la noche

Vuelvo a leer Afterparty y allí vuelven a anunciarse los poemas que vendrán.

La poeta ha alcanzado la aurora.

Era aurora

en las orillas de los cuerpos

en la intemperie de mis palabras.



*Prólogo de Exilios (Colección Voz Aislada, 2025)